Tiene
una tradición de más de 300 años en estrecha relación con la historia del
estado en sí y tiene como base la aparición de la imagen de la Virgen, en la
monedita de El Real, con el Niño Jesús en los brazos y el Santo Rosario
engarzado en los dedos del Niño. El día 2 de febrero es el más importante. Se
realizan bailes populares, pagos de promesas, peregrinaciones hasta el
Santuario de la Virgen, todo esto acompañado de toros coleados y música
criolla.
Historia de la Aparición de la Virgen de El Real. 02 de Febrero 1.680
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Reliquia Virgen del Real
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El pueblo de El Real, a orillas del caudaloso rio
Santo Domingo, a 35 kilómetros de Barinas y a 20 kilometros de Obispo, hállase
situado el caserío de El Real, cuya escasa población llanera, que cuenta apenas
con doscientos vecinos, dedícase a las apacibles labores de la ganadería,
agricultura y de la pesca.
El origen de este pueblo asciende al año de 1.680,
poco más o menos, cuando un Señor Don Domingo Bragado, vecino de la ciudad de
Barinas, adquirió las tierras de aquella región y fundó en ellas un hato, al
que puso el nombre de Santo Domingo de las Palmas.
Acostumbraban los indios que servían en el hato de
Santo Domingo de las Palmas pagar de sus pobres ahorros un escote para la celebración
de la misa en honor de Santo Domingo.
Una india piadosa y de avanzada edad, llamada Ana,
distinguíase entre todos los de su raza por su devoción al Santo, y era ella la
que corría con el cuidado de recibir las limosnas, y la que mandaban a celebrar
las misas a Santo Domingo el día de su fiesta o cuando llegaba al hato algún
sacerdote.
Un indio que aun vivía en 1.718, y que en aquel
entonces designaban con el nombre de “El viejo Francisco” llevo cierto día a la
india Ana, para contribuir a la celebración de una misa en honor de Santo
Domingo, dos reales sencillos uno de los cuales era bamba (se llamaba así por
llevar la efigie del Rey Visigodo Wamba)
Ana aceptó gustosa la ofrenda y puso ambas monedas
en una petaquilla, que colgaba de un estantillo seco de curarito ya muy viejo
clavado en el suelo del rincón de su rustica vivienda.
Aconteció que al tiempo de mandar celebrar la misa
y de ir a buscar las monedas, para completar los honorarios del celebrante, no
las halló. Atribuyendo la desaparición de las monedas a su marido o a su hijo
Juan Gonzalo, los riño amargamente. Algún tiempo después, teniendo Ana que
abrir la petaquilla, con gran contento de su alma, vio en ella las dos
monedas; pero el real bamba con más cerco que los ordinarios. Cogiólo en
sus manos y al examinarlo detenidamente, en vez del grabado común, distinguió
claramente el relieve de algunas rayas, que le pareció ser la silueta de un San
Antonio.
Sorprendida Ana por lo que veía llamó a su marido y
a su hijo, quienes vieron también el maravilloso real.
A poco, todos los indios del hato de Santo Domingo
de las Palmas acudían a ver la extraordinaria moneda y todos no hablaban de
otra cosa, sino de la maravilla del real de la viejecita Ana.
La silueta que aparecía en el real fue demarcándose
progresivamente y al cabo de pocos días dibujábase perfectamente la imagen de
la Madre de Dios, con el niño en los brazos, a la que los Padres Dominicos, a
quienes corría el cargo de las misiones de la provincia de Barinas, designaron
con el nombre de Nuestra Señora del Rosario, por semejarse a dicha Señora, pero
que al voz publica apellidó entonces y siempre ha llamado con la sencilla
designación de la “Virgen del Real”.
Ocurrió esta prodigiosa manifestación por los años
de 1.680 a 1.690, según se deduce de la relación del Padre Felipe Tovar,
escrita de 1.706 a 1.710 y en la cual se asegura que la aparición de la imagen
de Nuestra Señora en “El Real” no tenía aún treinta años de haber sucedido.
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Antigua Iglesia El Real Barinas |
El curarito creció y llegó a ser un árbol frondoso
y coposo que causaba regalo el contemplarlo; pero lo más raro fue el haberse
desarrollado en forma de cruz y con la particularidad de que la punta, de la
cual pendía la petaquita, formaba como un solio cobijado por majestuosa
enramada.
Cuentan las crónicas, que los lindos y pequeños
pajaritos, de un bellísimo matiz colorado, moraban en sus ramas, impidiendo a
otros reposar en ellas. Su canto halagaba al oído siempre que tañían las
campanas de la iglesia o que anunciaba con el toque de la campanilla, con sus
gloriosos y armoniosos trinos los pajaritos parecían unirse a los fieles en el
culto que tributaban a la augusta Madre de Dios.
Este árbol estuvo durante larguísimos años a la
entrada de la iglesia que se construyó en obsequio de la Virgen de El Real.
La Virgen Santísima, con las hojas de este árbol,
como hoy con el agua de Lourdes, obró portentos sin números a favor de la
adolorida prole de Adán.
Los fieles con fe y confianza en el poder de la
Madre de Dios usaban de estas hojas como de un remedio muy saludable,
empleándolas ya en infusiones, ya aplicando sobre la parte enferma del cuerpo.
Innumerables fueron las curaciones que con esta medicina se consiguieron en El
Real.
El Padre Fray Ignacio de Landazábal, en su crónica
escrita en 1.718 refiere como testigo ocular el caso del Padre Fray Ignacio de
Ordóñez, el cual, teniendo las piernas completamente llagadas, obtuvo su
completa curación con el uso de estas hojas.
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