domingo, 24 de febrero de 2019

Fiesta de la Virgen del Real


 Tiene una tradición de más de 300 años en estrecha relación con la historia del estado en sí y tiene como base la aparición de la imagen de la Virgen, en la monedita de El Real, con el Niño Jesús en los brazos y el Santo Rosario engarzado en los dedos del Niño. El día 2 de febrero es el más importante. Se realizan bailes populares, pagos de promesas, peregrinaciones hasta el Santuario de la Virgen, todo esto acompañado de toros coleados y música criolla.

Historia de la Aparición de la Virgen de El Real. 02 de Febrero 1.680


Reliquia Virgen del Real
El pueblo de El Real, a orillas del caudaloso rio Santo Domingo, a 35 kilómetros de Barinas y a 20 kilometros de Obispo, hállase situado el caserío de El Real, cuya escasa población llanera, que cuenta apenas con doscientos vecinos, dedícase a las apacibles labores de la ganadería, agricultura y de la pesca.
El origen de este pueblo asciende al año de 1.680, poco más o menos, cuando un Señor Don Domingo Bragado, vecino de la ciudad de Barinas, adquirió las tierras de aquella región y fundó en ellas un hato, al que puso el nombre de Santo Domingo de las Palmas.
Acostumbraban los indios que servían en el hato de Santo Domingo de las Palmas pagar de sus pobres ahorros un escote para la celebración de la misa en honor de Santo Domingo.
Una india piadosa y de avanzada edad, llamada Ana, distinguíase entre todos los de su raza por su devoción al Santo, y era ella la que corría con el cuidado de recibir las limosnas, y la que mandaban a celebrar las misas a Santo Domingo el día de su fiesta o cuando llegaba al hato algún sacerdote.
Un indio que aun vivía en 1.718, y que en aquel entonces designaban con el nombre de “El viejo Francisco” llevo cierto día a la india Ana, para contribuir a la celebración de una misa en honor de Santo Domingo, dos reales sencillos uno de los cuales era bamba (se llamaba así por llevar la efigie del Rey Visigodo Wamba)
Ana aceptó gustosa la ofrenda y puso ambas monedas en una petaquilla, que colgaba de un estantillo seco de curarito ya muy viejo clavado en el suelo del rincón de su rustica vivienda.
Aconteció que al tiempo de mandar celebrar la misa y de ir a buscar las monedas, para completar los honorarios del celebrante, no las halló. Atribuyendo la desaparición de las monedas a su marido o a su hijo Juan Gonzalo, los riño amargamente. Algún tiempo después, teniendo Ana que abrir  la petaquilla, con gran contento de su alma, vio en ella las dos monedas; pero el real bamba con más cerco que los ordinarios. Cogiólo en sus  manos y al examinarlo detenidamente, en vez del grabado común, distinguió claramente el relieve de algunas rayas, que le pareció ser la silueta de un San Antonio.
Sorprendida Ana por lo que veía llamó a su marido y a su hijo, quienes vieron también el maravilloso real.
A poco, todos los indios del hato de Santo Domingo de las Palmas acudían a ver la extraordinaria moneda y todos no hablaban de otra cosa, sino de la maravilla del real de la viejecita Ana.
La silueta que aparecía en el real fue demarcándose progresivamente y al cabo de pocos días dibujábase perfectamente la imagen de la Madre de Dios, con el niño en los brazos, a la que los Padres Dominicos, a quienes corría el cargo de las misiones de la provincia de Barinas, designaron con el nombre de Nuestra Señora del Rosario, por semejarse a dicha Señora, pero que al voz publica apellidó entonces y siempre ha llamado con la sencilla designación de la “Virgen del Real”.
Ocurrió esta prodigiosa manifestación por los años de 1.680 a 1.690, según se deduce de la relación del Padre Felipe Tovar, escrita de 1.706 a 1.710 y en la cual se asegura que la aparición de la imagen de Nuestra Señora en “El Real” no tenía aún treinta años de haber sucedido.

Antigua Iglesia El Real Barinas

El curarito creció y llegó a ser un árbol frondoso y coposo que causaba regalo el contemplarlo; pero lo más raro fue el haberse desarrollado en forma de cruz y con la particularidad de que la punta, de la cual pendía la petaquita, formaba como un solio cobijado  por majestuosa enramada.
Cuentan las crónicas, que los lindos y pequeños pajaritos, de un bellísimo matiz colorado, moraban en sus ramas, impidiendo a otros reposar en ellas. Su canto halagaba al oído siempre que tañían las campanas de la iglesia o que anunciaba con el toque de la campanilla, con sus gloriosos y armoniosos trinos los pajaritos parecían unirse a los fieles en el culto que tributaban a la augusta Madre de Dios.
Este árbol estuvo durante larguísimos años a la entrada de la iglesia que se construyó en obsequio de la Virgen de El Real.
La Virgen Santísima, con las hojas de este árbol, como hoy con el agua de Lourdes, obró portentos sin números a favor de la adolorida prole de Adán.
Los fieles con fe y confianza en el poder de la Madre de Dios usaban de estas hojas como de un remedio muy saludable, empleándolas ya en infusiones, ya aplicando sobre la parte enferma del cuerpo. Innumerables fueron las curaciones que con esta medicina se consiguieron en El Real.

El Padre Fray Ignacio de Landazábal, en su crónica escrita en 1.718 refiere como testigo ocular el caso del Padre Fray Ignacio de Ordóñez, el cual, teniendo las piernas completamente llagadas, obtuvo su completa curación con el uso de  estas hojas.

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